El Pino de la Cadena
Vista de la cadena del pino, en El Ventorrillo. | Marga Estebaranz
Este pino se encuentra subiendo desde Cercedilla hasta el Ventorrillo, en la misma pista.
El árbol más singular de la Sierra de Guadarrama está atado
a una historia de amor. En realidad está encadenado y la historia narra el
cariño que un hijo tuvo a su padre.
Ocurrió en el verano de 1924 y la protagonizó Ricardo
Urgoitiz, director del diario 'El Sol'. Pasaba este periodista unos días en la
Sierra, como buen amante de las montañas que era. Socio del Club Alpino
Español, se hospedaba en el chalet que la entidad montañera más antigua de
Madrid tenía en El Ventorrillo.
Lo construyó el legendario Manuel González de Amezúa en
1907, en el que debe ser considerado lugar más importante del guadarramismo. No
en vano justo enfrente, la Institución Libre de Enseñanza tenía su chalet y
hasta aquí subían hace ya más de 130 años aquellos insignes profesores a formar
a sus privilegiados alumnos.
Lo mismo hacían los primeros montañeros madrileños, quienes
en los albores del siglo XX y sobre estas laderas, entonces mucho más nevadas
pero también bastante más remotas que hoy día, hicieron sus primeros pinitos con
sus esquís. Tras la Guerra Civil, el chalet del Alpino fue demolido. Un
críptico monolito es cuanto recuerda a Amezúa y aquella gloriosa época.
"A su querida memoria"
Tenía por costumbre Urgoitiz pasear por el pinar rumbo al
arroyo de Navalmedio y la pradera de las Cortes. También descansar a la sombra
de un frondoso pino situado a la vera del camino. Precisamente allí fue donde
le llevaron la mala nueva de la muerte de su padre.
Conmocionado, quiso Urgoitiz rendir homenaje a la memoria de
su progenitor, ocurriéndosele la idea de cinchar la base del gigante vegetal
donde recibió aquel mazazo con una cadena con la inscripción: "A su
querida memoria, 1840-1924". Antes tuvo que comprar el árbol a un maderero
que lo tenía marcado para convertirlo en tablones.
Con cerca de doscientos años y atado, perdón encadenado, a
semejante historia, el Pino de la Cadena es una institución en la Sierra del
Guadarrama. Tanto, que los agentes forestales de la Comunidad de Madrid cada
cierto tiempo se llegan hasta sus pies para aumentar un eslabón a la cadena e
impedir con ello que el hierro acabe estrangulando al árbol.
Acercarse hasta su reconfortante sombra es juego de niños.
Basta con echarse a andar desde la curva de El Ventorrillo por la cómoda pista
que se zambulle en el pinar. El camino desciende en suave bajada un primer
tramo paralelo a la carretera del puerto de Navacerrada.
Así alcanza una encrucijada, donde hay que tomar la pista
que baja aún más abrupta a mano izquierda, Norte. Apenas cien metros más
adelante, en la orilla izquierda, se descubre la rojiza cadena.
Dada la brevedad del paseo, es muy recomendable continuar
pista abajo hasta alcanzar el arroyo del Regajo del Puerto, que nace unos
metros por debajo del Puerto de Navacerrada. Aquí se localiza la pradera de las
Cortes. Se extiende en el epicentro del solitario valle de Navalmedio, rodeada
de cerradas espesuras de pino silvestre.
Sólo el alejado pitido del Eléctrico del Guadarrama rompe la
tranquilidad del enclave. No siempre fue así. En este amplio claro se alzó
durante décadas el campamento Alonso de Ercilla, uno de los más conocidos del
franquista Frente de Juventudes. Sus edificios arruinados recuerdan otro tiempo
pasado, aunque éste bastante menos romántico que el que vivieron Ricardo
Urgoitiz y los precursores del guadarramismo.
Benito Baonza
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