La Dama de La Pedriza

Las cuatro Damas de La Pedriza, unas de las formaciones geológicas más singulares de La Pedriza Anterior, de finales del Mesozoico. Se encuentran a  1564m.


Zona de escaladores por sus vías.

Cuenta la Leyenda que Amina, una joven dama cristiana salió de su casa llorando, desconsolada, en la noche al encuentro de su amado, al escuchar los planes de boda que su padre tenía para ella con otro muchacho de buena familia y posición pero al cual ella no amaba.
Con su larga melena negra, mejillas sonrosadas y ojos como el color del cielo llora desconsolada a su amado pidiendo auxilio.
Con apenas unas alpargatas calzadas cuales no la permiten más que ir acelerada por los resbaladizos adoquines, oye su nombre en la oscuridad de uno de los callejones recién cruzados. Es su amado Adel quien va a su encuentro.
Sin mediar palabra, se funden en un beso interminable hasta que ella le grita desesperada:
-. Adel huyamos en tu caballo y vivamos juntos en ese maravilloso paraje - Ruega con entusiasmo mientras le agarra de las manos y tira de él.
-. Pero cómo? y tu padre? nos perseguirá hasta dar con nosotros! - Asegura Adel
-. Tranquilo, - Responde ella acariciándole conozco un lugar donde nadie podrá encontrarnos y estaremos guarecidos hasta que la cosa se calme. Luego, pensaremos como viajar a tierras donde no nos juzguen por nuestra religión, viviendo de lo que nos ofrezca la tierra.
Sin más equipaje que lo puesto, montan en el caballo de Adel, un corcel de largas crines, negro como la noche que les cubría y protegía en su huida.
Tras huir a caballo durante horas, llegaron a un paso imposible de continuar a caballo, por lo que deben abandonarlo al lado del río donde podrá beber agua y encontrar comida.
Con una caricia en el hocico, se despiden de él y suben agarrados de la mano por una fuerte y empinada pared don Amina, la muchacha conoce una guarida secreta.
Le dice Amina a Adel: es ahí (señalando al cielo)
-. No entiendo - Contesta él
-. Sigueme, es sencillo, subo a menudo aquí - Le confia sonriendo mientras se quita las sandalias, las ata entre sí y se las cuelga al cuello.
Sorprendido, observa como su amada trepa por la pared con agraciada sutileza, hasta que se para a mitad de esta y le mira apartándose el pelo con una mano, mientras se agarra con la otra.
¡Vamos, es sencillo, ya lo verás!
Dubitativo, comienza a ascender la pared mientras observa que, a pesar de parecer complicado, los agarres de mano y apoyos de pies, son generosos y dejan subir con facilidad. Al poco llegan a un amplio balcón con una veta de cuarzo que lleva a la guarida de la que ella habla.
En la guarida hay creciendo, a la entrada, un pequeño árbol que parece que Amina cuida con cariño, por las piedras que hay protegiendo su vera. Adel queda perplejo al comprobar que Amina tiene gran surtido de cosas en el interior de la amplia cueva y que al parecer llevaba preparando desde hace tiempo.
Allí pasan una semana entera, disfrutando de su soledad y amor, acompañados tan solo de impresionantes amaneceres azules y rojos de atardecer, hasta que comprueban que les falta ya alimento y deben salir a por el.
Adel es quien baja con mucha sutileza, buscando luego algún rastro de animal para encontrar su guarida y así darle pronta caza.
Un jabalí es el desafortunado en caer en su búsqueda. Pero antes de volver, se acerca a comprobar el estado de corcel...tristemente se encuentra raída la cuerda que le sujetaba, por lo que posiblemente volviera al establo de su casa. Primero la tristeza le envuelve, pero enseguida se da cuenta que es lo mejor para él.
Ya en la cueva de nuevo, tras subir la pieza a su espalda, deciden hacer fuego para cocinar el cerdo y así hacerle durar más tiempo.
Craso error el que cometen, ya que el humo generado, alerta a los soldados del padre de Amina que no andan lejos del lugar y que pone en camino hacia el hogar de los amantes.
La pareja, absorta en su preparación de cocina, no se percatan del ataque y estos son avisados demasiado tarde por las espadas Jinetas al rozar contra el granito, mientras los soldados trepan los metros que hay hasta la cueva.
Adel, sin saber muy bien que hacer, decide atacar al primero que aparece frente a ellos, con recta espada Mandoble. Mientras las hojas chocan, Aminaa queda asutada e inmóvil, sin saber que hacer. ¡Amina, huye, escapa de la cueva...la cueva es una trampa si consiguen subir todos!
Descalza y con escaso atuendo encima. Poco más que un camisón blanquecino, Amina intenta subir por la empinada pared de la izquierda, desesperada por poder huir de sus perseguidores...de repente comprueba que donde ya esta, no hay agarre ni apoyo alguno y que se encuentra en lugar imposible ya de retroceder, de nuevo entonces sus lágrimas inundan sus ojos y pueblan seguidas sus mejillas.
¡Adel, que hago, no puedo subir ni bajar!
Este, desquita la mirada para observar un segundo su situación y es cuando su atacante aprovecha para estocarle el cuello, seccionado su cabeza y tronco.
¡Adeeeeel!
El grito de Amina desgarra la noche, cruzando de lado a lado el ancho valle, mientras sus pies dejan de adherirse a la roca y se arrastra dejando algún jirón del camisón en la roca, justo antes de rodar hasta abajo y perderse en la oscuridad de las sombras, terminado en seco golpe.
Los soldados quedan asustados, sabedores de que si contaban lo ocurrido, seguramente correrían la misma suerte que Adel, que ahora yacía en dos pedazos inertes a sus pies, así deciden bajar a casa del padre de Amina con la historia en sus temerosas bocas, de que esta fue tirada por Adel al verse acorralado por ellos y que entonces dieronle muerte por haber empujado a Amina al vacío
Desde entonces, todo aquel que duerme en la cueva o en sus proximidades, puede oír los gritos y lamentos de Amina hacia su amado Adel.

Por Benito Baonza

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